El envejecimiento es un proceso paulatino en el que convergen factores biológicos y medioambientales, o lo que es lo mismo: intrínsecos y extrínsecos.
Los primeros en entrar en escena suelen ser éstos últimos, y entre ellos sin duda el que incide de manera más contumaz es el sol. A estas alturas a nadie se le escapa que la exposición solar acumulada desata y acelera el fotoenvejecimiento, que se muestra en forma de arrugas prematuras, manchas, deshidratación y pérdida de elasticidad.
Otros factores externos implicados en el envejecimiento precoz son una mala alimentación, el estrés, la contaminación ambiental y el tabaco, debido a que libera sustancias nocivas que dañan y degradan el colágeno y la elastina.
El impacto de estos factores externos se puede controlar adoptando hábitos de vida saludables y protegiendo la piel frente al sol. Lo que ya no ofrece tanto control, por su carácter inevitable, es el envejecimiento biológico, que puede manifestarse más pronto o más tarde, pero que, desde luego, es inapelable.
Así, a medida que se cumplen años, el proceso de renovación celular se ralentiza, descubriendo una piel más áspera y sin brillo; las glándulas sebáceas reducen la producción de grasa y el tejido se deshidrata y la progresiva pérdida de colágeno se traduce en el adelgazamiento cutáneo y la formación de arrugas finas, en las primeras fases, para, progresivamente, ir acentuando la flacidez.
Con el envejecimiento biológico, además, las alteraciones dejan de afectar únicamente al tejido cutáneo, y se hacen extensivas a las estructuras anatómicas internas, donde tienen lugar diferentes procesos: reabsorción ósea, pérdida de fuerza y soporte de músculos y ligamentos, así como adelgazamiento y desplazamiento de los paquetes grasos.
Ello se traduce en un envejecimiento tridimensional, que cambia el aspecto de la cara, que deja de tener la forma en V propia de la juventud, con el vértice inferior localizado en el mentón y los extremos superiores marcando los pómulos, para pasar a una V invertida, donde el desplazamiento de los panículos grasos hace que el descolgamiento se concentre en el tercio inferior, que los rasgos pierdan definición y que la luz se proyecte sobre el rostro generando sombras que aún envejecen más.
Todo esto nos lo explica la Dra. Eva Hernández en la edición de junio-julio de NUEVA ESTÉTICA. Esta especialista en medicina estética además expone cómo abordar las terapias faciales antiedad, a través de una doble estrategia: preventiva, que busca ralentizar el avance del envejecimiento y sumar juventud a los años, y de tratamiento, enfocada en corregir las señales visibles de la edad y revitalizar las pieles maduras. En todos estos procedimientos juegan un papel clave dos inyectables intradérmicos: el ácido hialurónico y la hidroxiapatita cálcica.
Lee el reportaje ENVEJECIMIENTO FACIAL: LAS CARAS DEL PASO DEL TIEMPO
en la edición junio-julio de NUEVA ESTÉTICA.
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