Qué hay que tener en la nevera
La regla número uno es no llenarse demasiado. Es mejor efectuar varias comidas ligeras a lo largo del día que dos comidas demasiado abundantes. Esto evitará que el estómago se dilate en exceso y que se dañe su pared interior. Un bocadillo ligero y apetitoso no supondrá ningún exceso para el aparato digestivo. Y la regla número dos es comer un poco de todo. Cada comida debería ser lo suficientemente equilibrada como para proporcionarle al organismo todos los nutrientes que necesita, es decir, proteínas, carbohidratos, grasas saludables, vitaminas y oligoelementos. Las proteínas podemos obtenerlas de la carne, pescado, huevos, productos lácteos y legumbres. Lo ideal es consumir productos ligeros y de fácil digestión. Los alimentos ricos en grasa y con mucho tejido conjuntivo son difíciles de digerir. Por este motivo es preferible optar por las carnes magras así como pollo y pavo. La carne de color claro contiene menos tejido conjuntivo y suele ser más pobre en grasas. Los productos lácteos tales como quesos, queso fresco y yogur también son buenas fuentes de calcio, y generalmente se toleran bien, Lo mismo puede decirse de los huevos, pero es mejor comerlos duros o fritos con poco aceite para que las proteínas sean más fácilmente asimilables. En cambio, al estómago le resultan bastante pesadas las legumbres tales como las lentejas, judías y guisantes, ya que el organismo tiene que empezar por descomponer su piel rica en fibra, lo cual puede causar opresión de estómago y molestias intestinales. Una excepción son los germinados de la soja, como por ejemplo leche de soja, yogur de soja y tofu. Los carbohidratos los obtenemos de las patatas, arroz, pasta y pan. Lo ideal sería consumir productos de harina integral, pero éstos también son muy ricos en fibra. Las verduras, frutas (poco ácidas) y hortalizas de temporada son una excelente fuente de vitaminas y nutrientes esenciales, por lo que no deberían faltar en ninguna comida. La col, la cebolla y el ajo suelen ser de difícil digestión, por lo que es mejor no abusar de ellos. Para completar una dieta equilibrada también hay que añadir algunas grasas saludables y de fácil asimilación, pues evitan que el estómago produzca un exceso de ácidos y relajan sus movimientos. Es mejor cocinar siempre con grasas y aceites naturales, como por ejemplo aceite de oliva virgen prensado en frío. Asimismo, la nata y la crema de leche no sólo suavizan mucho los platos sino que también facilitan su digestión.
Grasas buenas y grasas malas
La grasa no solo es importante como portadora de aromas, sino que también aporta vitaminas liposolubles y ácidos grasos imprescindibles. Éstos se encuentran principalmente en los aceites vegetales naturales obtenidos por su prensado en frío. Menos recomendables son las grasas animales de cerdo y de oca, obtenidas por calentamiento, así como las llamadas “grasas solidificadas”. Estas grasas se obtienen tratando químicamente los aceites vegetales líquidos hasta obtener una grasa sólida. No son buenos para el metabolismo del colesterol y suelen sentar mal a las personas con el estómago sensible. Suelen estar presentes en muchos productos elaborados, margarinas y grasas para freír, bollería, hojaldre industrial, patatas chips, patatas fritas, dulces y, sobre todo, en los glaseados de chocolate.
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