Para protegerse de los agentes externos y del riesgo de deshidratación, la piel cuenta con una capa protectora natural: la película hidrolipídica, una barrera formada por una mezcla de grasa, sudor y un conjunto de sustancias biológicas capaces de retener el agua. Sin embargo, durante la exposición al sol, esta barrera sufre la agresión de los rayos ultravioletas. El resultado es una deshidratación progresiva que puede llegar a afectar a las capas más profundas de la piel. Por eso, a la vuelta de las vacaciones es aconsejable iniciar un programa de mantenimiento que permita prolongar el bronceado y, sobre todo, devolver la hidratación y la suavidad a la piel del rostro. “Después de las altas temperaturas veraniegas, la exposición al sol, la sal del mar o el cloro de las piscinas, piel se vuelve seca y apagada, incluso en ocasiones pueden aparecer pequeñas manchas o arrugas, consecuencia de una excesiva estimulación de los melanocitos (las células productoras de melanina), y una deficiente hidratación”, comenta Silvia Gascón, responsable del Departamento de Formación de Skeyndor. Y es que si no se ha protegido la piel del sol, el daño ocasionado en las fibras de colágeno y elastina no es el mismo en todas las pieles. En las pieles grasas, la exposición al sol ha actuado como antiséptico secando y descamando la piel. Mientras que en las pieles más secas se tornan más sensibles y con el tiempo se ven más envejecidas. De este modo, es habitual llegar a septiembre con la piel engrosada, deshidratada y apagada e, incluso, con nuevas manchas, las arrugas más marcadas y una mayor flacidez. Por eso, para la puesta a punto tras el verano es necesario eliminar toda esa capa de células muertas que envejecen e hidratar con más intensidad la piel. Es el momento de exfoliar, hidratar en profundidad, escoger el mejor tratamiento médicoestético realizado por profesionales y especialistas en el cuidado de la piel y elegir los productos más adecuados para la rutina de belleza post verano.