Saciar nuestro apetito parece algo sencillo y natural, cuando tengo hambre como y dejo de comer cuando ya estoy satisfecho. No obstante, si nos detenemos a observar nuestros hábitos cotidianos comprobaremos que, a menudo, caemos en comportamientos compulsivos tales cómo, seguir comiendo cuando nos sentimos llenos, no dejar nada en el plato para que no se tire comida, restringir cantidad o calorías en nuestras comidas y atracar la nevera sin aparente motivo. Estos pocos ejemplos nos indican, sin duda alguna, que impera la incoherencia con las señales que nuestro cuerpo, emociones y psique, nos están enviando y al desoír éstas señales dejamos de estar presentes con nuestra propia realidad y con el momento presente. El Mindful Eating o alimentación consciente nos acerca a explorar mediante los sentidos este presente, permitiéndonos volver a esa escucha interna bocado a bocado. Todos sabemos la vital importancia que tiene una buena alimentación en nuestras vidas y entendemos que una buena salud pasa por comer alimentos que nos nutran y nos aporten aquello que nuestro organismo realmente necesita. Teniendo en cuenta esto, elegir, preparar y nutrirnos de estos alimentos desde la presencia nos permite diferenciar el hambre fisiológica del hambre del corazón (o emocional), a la vez que nos ayuda a reducir el estrés y la ansiedad, desembocando todo ello en una mejor salud, no sólo física sino emocional y mental.
El hambre emocional
refugiarse en la comida
El hambre emocional es el hambre que surge de nuestro corazón, de nuestras emociones. Con este tipo de hambre intentamos deshacernos de las emociones como la frustración, tristeza, irritación, aburrimiento, ansiedad, enfado, confusión, inseguridad, impaciencia o vergüenza. Como si de un «analgésico emocional» se tratara usamos la comida cuando algo nos duele y si bien hacerlo de forma ocasional no plantea un problema, sí lo es cuando se convierte en el único recurso del que disponemos para gestionar nuestras emociones. Ahí es cuando empezamos a usar los alimentos de forma adictiva para evadir nuestros sentimientos, en lugar de usarlos para nutrirnos.
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