Hace unos días se conocía una información que nos ponía a todos los pelos de punta: una mujer había tenido que ser ingresada en la UCI en estado grave, tras habérsele inyectado toxina botulínica, en un piso de Zaragoza.
Ante esta noticia, el Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (GEDET) pone en valor, una vez más, la necesidad de acudir a un centro acreditado y ponerse siempre en manos de un profesional médico con experiencia, a la hora de realizar éste o cualquier otro procedimiento de dermatología o medicina estética.
No ha trascendido quién fue la persona que inyectó los neuromoduladores, pero lo que sí se sabe es que el tratamiento se realizó en la zona de los gemelos, con la intención de adelgazarlos, y que la mujer acabó desarrollando botulismo, una intoxicación aguda que puede ocasionar gravísimas consecuencias y que en su caso la ha llevado hasta la UCI.
Según el primer barómetro de la dermatología estética en España realizado por GEDET, a pesar de que existen usuarios que se realizan los tratamientos en centros con dermatólogos, con médicos estéticos o esteticistas bajo supervisión médica, hasta un 37% del total (45% en el caso de mujeres) confiesa hacérselos en centros de esteticistas o peluquerías, sin supervisión médica. Estas cifras confirman que el intrusismo en estética médica es una lacra y un auténtico riesgo de salud pública.
¿Quién debe aplicar toxina botulínica en estética?
El Dr. Miguel Sánchez Viera, coordinador del GEDET, explica que es obligatorio que la administración del neuromodulador la haga siempre un médico experto en su uso (neurólogo, oftalmólogo, dermatólogo, cirujano plástico, médico estético…) y el producto, que además está catalogado como medicamento, debe haberse obtenido a través de los canales oficiales de farmacia. Los neuromoduladores, igual que el resto de inyectables, no deben ser administrados nunca por personal no médico y tampoco si no existen garantías sobre su origen, señala. Ello le compete a un profesional médico con un adecuado conocimiento de la anatomía y fisiología de las estructuras cutáneas, musculares y nerviosas, confirma la Dra. Isabel del Campo, dermatóloga del GEDET.
Por todo ello, el procedimiento sólo debe realizarse en un entorno clínico, con adecuadas medidas de higiene y seguridad, añade la doctora, y asegura que el dermatólogo es el especialista de la salud y belleza de la piel y el referente a la hora de aplicar el tratamiento con neuromoduladores, para tratar arrugas de expresión, es decir, para un uso estético.
¿Qué puede ocurrir si se infiltra esta sustancia sin saber si ha pasado los controles sanitarios imprescindibles?
Según la Dra. del Campo, al tratarse de un medicamento, los neuromoduladores únicamente pueden adquirirse bajo prescripción médica a través de los canales habilitados de farmacia e industria farmacéutica, nunca a través de páginas de Internet que oferten productos sin control sanitario, ya que no podemos estar seguros ni de lo que inyectamos ni de la cantidad. Comprar este producto en el mercado negro o autoinyectárselo sin tener el conocimiento adecuado de la anatomía facial es un riesgo muy alto para la salud pública. Los productos que se compran ilegalmente no se sabe de dónde proceden, qué toxina contienen, qué dosis, ni cuál ha sido su conservación, aclara la también dermatóloga del GEDET, Dra. Elia Roo.
¿Y si se inyecta una dosis más alta de la conveniente?
Para el Dr. Miguel Sánchez Viera, las dosis de neuromoduladores que se emplean para tratar enfermedades son seguras y están muy lejos de la necesaria para producir botulismo, en caso de ingestión o administración accidental.
En estética las dosis son aún menores y por tanto más seguras.
En caso de no haber pasado los controles necesarios o de administrar una dosis mayor de la aprobada, puede desencadenarse un cuadro tan grave como es el botulismo, añade la Dra. Elia Roo.
La inyección tiene que hacerse en la dosis justa y en los músculos adecuados, de lo contrario pueden darse resultados estéticos no deseados, como caída de párpados, de cejas y parálisis excesiva, aunque obviamente el mayor riesgo es la difusión del producto por el organismo, que es lo que provoca el botulismo, explica la experta.
¿Qué es el botulismo y por qué se produce?
El botulismo es un tipo de intoxicación alimentaria, conocida desde el siglo XIX, y relacionada con la toxina producida por la bacteria clostridium botulinum. En adultos se suele producir al ingerir conservas en mal estado y puede producir parálisis de las extremidades, flacidez facial, dificultad para tragar, respirar y articular palabras, estreñimiento, retención urinaria, visión borrosa y vómitos.
La Dra. Elia Roo aclara que el botulismo es una enfermedad poco frecuente pero grave, provocada por la intoxicación producida por la bacteria Clostridium botulinum. El cultivo de dicha bacteria se utiliza para elaborar productos farmacéuticos que contienen neurotoxina botulínica purificada y altamente diluida (tipo A o tipo B, según la indicación).
En los años 70 se publicaron los primeros resultados para tratar el estrabismo con toxina botulínica A y en los años 80 la FDA aprobó la indicación para ese fin. A partir de ahí se ha utilizado en múltiples enfermedades. La luz verde para usarla en estética se obtuvo a principios del siglo XXI, a partir de los estudios publicados por un dermatólogo y una oftalmóloga, los Carruthers.
Así, actualmente, en la práctica clínica se inyectan neuromusuladores para tratar más de 20 trastornos neurológicos y no neurológicos (distonías cervicales, parálisis, estrabismo, hiperhidrosis, migraña…). En estética, se emplean en pequeñas dosis, tal y como apunta la Dra. del Campo, y su prescripción se limita a atenuar arrugas de expresión.
El butulismo ocasionado por la infiltración de neuromoduladores se llama botulismo iatrogénico, y se asocia a la inyección de dosis muy altas, lo que hace que la sustancia se difunda por el organismo, aunque se inyecte en una zona localizada. Asimismo, se asocia también al uso de productos ilegales no autorizados y comprados en el mercado negro, sin control sanitario que evalúe si está contaminado o la dosis que contiene, explica la Dra. Roo.
¿Qué sucede si hay un efecto secundario?
Las toxinas aprobadas por la Agencia Española del Medicamento a día de hoy han pasado por un control muy exhaustivo, tanto en su proceso de fabricación como en la venta a través del canal farmacia y cumplen con unas condiciones de conservación muy estrictas. Esto, según las dermatólogas, aporta seguridad de cara al procedimiento y al paciente. Además, en caso de un posible efecto secundario, un profesional cualificado sabe cómo resolverlo, algo que no sucede con alguien que no lo es, añade la Dra. Roo.